martes, 3 de junio de 2008

Emanuel Kant

Idealismo: Término usado inicialmente en el siglo XVII por algunos filósofos para referirse a la filosofía de Platón, en el sentido en que afirma que la verdadera realidad la constituyen las Ideas, y no las cosas materiales.
Con otro significado lo utiliza Kant, para referirse a su propia filosofía, a la que denomina Idealismo trascendental. En este sentido, el idealismo consiste en la afirmación de que el Espacio y el Tiempo no tienen existencia independientemente de la subjetividad humana (de la que son formas puras a priori de la sensibilidad). Kant utilizó la expresión "idealismo trascendental" para designar su propia filosofía y distinguirla del idealismo de Berkeley. Lo esencial de esta doctrina es la afirmación de que el conocimiento humano sólo puede referirse a los fenómenos y no a las cosas en sí mismas. Esta tesis implica, en primer lugar, que en la experiencia de conocimiento el psiquismo humano influye en el objeto conocido, y, en segundo lugar, la afirmación de los límites del conocimiento humano.

El problema general de la metafísica.
En el prólogo a la primera edición de la "Crítica de la razón pura", luego de explicar brevemente los avatares sufridos a lo largo de la historia por la metafísica, que la llevaron de ser considerada la reina de las ciencias a ser objeto de desprecio, nos expone Kant el objetivo fundamental de sus investigaciones: "Se trata, pues, de decidir la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general y de señalar tanto las fuentes como la extensión y límites de la misma, todo ello partir de principios".
Es el llamado "problema crítico", que vuelve a ser planteado en el prólogo de la segunda edición: mientras la lógica, las matemáticas, la física, y las ciencias naturales han ido encontrando el camino seguro de la ciencia, la metafísica, la más antigua de todas ellas, no lo ha conseguido: "No hay, pues, duda de que su modo de proceder ha consistido, hasta la fecha, en un mero andar a tientas y, lo que es peor, a base de simples conceptos. ¿A qué se debe entonces que la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia?". La metafísica, sin embargo, parece inevitable como disposición natural, en la medida en que el hombre se siente inclinado a buscar las primeras causas y principios de la realidad; a pesar de ello, dado que después de siglos de investigaciones en ese terreno, la metafísica no ha conseguido entrar en el camino seguro de la ciencia, quizá sus esfuerzos hayan sido vanos porque pretenda lo imposible, por lo que es necesario preguntarse acerca de su posibilidad, pregunta en la que se resume el "problema crítico": ¿Es posible la metafísica como ciencia?.
La metafísica ha pretendido trascender la experiencia y ofrecernos un conocimiento de entidades como Dios, el alma y el mundo como totalidad, a partir de conceptos "a priori" es decir, independientes de la experiencia. Se tratará, por lo tanto, de averiguar "qué y cuánto pueden conocer el entendimiento y la razón aparte de toda experiencia", por lo que será necesaria, en consecuencia, una investigación crítica de la facultad de razonar.
El problema del conocimiento a priori
Dado que la metafísica pretende obtener un conocimiento a priori, independiente de la experiencia, la respuesta a la pregunta por su posibilidad exige responder previamente a la pregunta de si es posible el conocimiento a priori. Pero ¿Cuantas formas hay de conocimiento? ¿Es el conocimiento a priori una de ellas, o no pasa de ser una ilusión?.
"No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia", nos dice Kant en el primer párrafo de la introducción de la "Crítica de la razón pura", y añade inmediatamente a continuación, en el segundo párrafo: "pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia". A diferencia de lo que habían afirmado los racionalistas y los empiristas, para quienes había sólo una fuente del conocimiento, la razón para unos, y la experiencia para los otros, para Kant habrá dos fuentes del conocimiento: una, la sensibilidad, que suministrará la materia del conocimiento procedente de la experiencia, y otra, el entendimiento, que suministrará la forma del conocimiento, y que será independiente de la experiencia. Podremos hablar, por lo tanto, de un conocimiento a priori y de un conocimiento a posteriori:
"En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es independiente de ésta o aquella experiencia. A él se opone el conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la experiencia".
El conocimiento empírico no encierra ninguna necesidad, ya que lo contrario de un fenómeno es siempre posible. La proposición "el sol saldrá mañana", por ejemplo, no contiene ninguna necesidad, tal como había dicho ya Hume en la "Investigación sobre el entendimiento humano". Tampoco las proposiciones empíricas implican universalidad: al ser el resultado de una generalización inductiva están sometidas a los datos de la observación, es decir, ésta proposición será válida mientras lo que hasta ahora hemos observado se mantenga estable de acuerdo con esta regla. El conocimiento empírico, a posteriori , pues, no encierra necesidad ni universalidad alguna. Sin embargo, estamos seguros de que ciertos conocimientos implican necesidad y universalidad (las matemáticas, por ejemplo); si esa necesidad y universalidad no puede proceder de la experiencia ha de ser, pues, a priori, independiente de la experiencia. "Es fácil demostrar que existen realmente en el conocimiento humano semejantes juicios necesarios y estrictamente universales, es decir, juicios puros a priori". Como ejemplos apela Kant a las ciencias en general; a las matemáticas, a la física, etc; incluso podemos tener un ejemplo de ese conocimiento a priori remitiéndonos "al uso más ordinario del entendimiento", para lo cual Kant elige la siguiente proposición: "todo cambio ha de tener una causa". La elección de esta proposición no es gratuita, ya que le permite a Kant atacar la interpretación que había hecho Hume del principio de causalidad. A diferencia de Hume, que hacía depender este principio de causalidad de la experiencia, Kant, alegando que es un principio universal y necesario, afirma que no puede proceder de la experiencia y lo propone como un ejemplo de conocimiento a priori.
Demostrada la existencia del conocimiento a priori Kant se preguntará por su fundamento y su legitimidad. Y dado que todos los conocimientos se expresa en juicios, en los que se piensa la relación entre un sujeto y un predicado, se preguntará por los distintos tipos de juicios que es posible formular.
El análisis de los juicios. Los juicios sintéticos a priori
Siguiendo la distinción que habían hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho y Hume entre conocimiento de relaciones de ideas y conocimiento de hechos, Kant distinguirá dos tipos de juicios: los juicios analíticos y los juicios sintéticos.
En los juicios analíticos el predicado está comprendido en la noción del sujeto y son, por lo tanto, juicios explicativos, es decir, juicios que no aumentan mi conocimiento, sino que explican una determinada relación entre sujeto y el predicado. En este sentido, los juicios analíticos son siempre verdaderos y, al no depender de la experiencia, son a priori. Como ejemplo de juicio analítico propone Kant el siguiente: "Todos los cuerpos son extensos"; para hallar el predicado de este juicio dice Kant no necesito sino descomponer el concepto del sujeto, analizarlo, dado que no tengo que ir más allá del concepto de cuerpo para hallar el de extensión.
Los juicios sintéticos, por el contrario, son aquellos en los que el predicado no está comprendido en la noción del sujeto, como cuando digo "todos los cuerpos son pesados". Como la relación entre sujeto y el predicado añade algo al sujeto que no está comprendido en su noción (el concepto de cuerpo no contiene la idea de peso) ese tipo de juicios son extensivos, dado que amplían mi conocimiento del sujeto. Tanto Leibniz como Hume estarían de acuerdo en que este tipo de juicios son todos a posteriori, es decir, que dependen de la experiencia. Sin embargo Kant distingue entre dos tipos de juicios sintéticos: los juicios sintéticos a priori y los juicios sintéticos a posteriori. Mientras que los segundos serían contingentes y dependerían totalmente de la experiencia, (y coincidirían con las verdades de hecho de Leibniz y el conocimiento de hechos de Hume), los primeros, los juicios sintéticos a priori, contendrían, siendo a priori, un conocimiento universal y necesario, y sin embargo, siendo sintéticos, aumentarían mi conocimiento. Como ejemplo de juicios sintéticos a priori propone el siguiente: "todo lo que ocurre tiene una causa", y se refiere además a la existencia de otros juicios sintéticos a priori en las diversas ciencias, como, por ejemplo, la proposición 7 + 5= 12, en matemáticas, (12 no estaría comprendido en la idea de sumar 7 + 5, por lo que el juicio sería sintético, aumentaría mi conocimiento; y, sin embargo, que "siete y cinco suman 12" no deja de ser una proposición universal y necesaria, a priori, por lo tanto). Kant dedicará el capítulo quinto de la introducción a demostrar que "todas las ciencias teóricas de la razón contienen juicios sintéticos a priori como principios". Es decir, que no sólo existen tales juicios sintéticos a priori en las ciencias, sino que son su fundamento mismo. Hasta entonces se había aceptado que los juicios analíticos, a priori, por lo tanto, eran el fundamento de las matemáticas, y que los juicios sintéticos a posteriori lo eran de las ciencias naturales, por lo que la afirmación kantiana de que existía un tercer tipo de juicios, los sintéticos a priori, y que eran el fundamento de la ciencia no dejó de sorprender y dar lugar a no pocas polémicas.
Esta afirmación kantiana de que existen juicios sintéticos a priori constituye, pues, una polémica novedad. ¿Cómo es posible que existan juicios que amplían mi conocimiento del sujeto y que sin embargo no dependan de la experiencia?, es decir, ¿Cómo podemos saber algo a priori acerca de la realidad?. Es necesario justificar esta afirmación, por lo que Kant que se verá obligado a responder a la pregunta: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?
Esta pregunta, nos dice Kant, debemos dividirla a su vez en estas otras:
1. ¿Cómo es posible la matemática pura? 2. ¿Cómo es posible la ciencia natural pura?
Una vez hayamos explicado cuáles son las condiciones que hacen posibles (no si son posibles, lo cual es evidente) las matemáticas y las ciencias naturales estaremos en condiciones de determinar si la metafísica cumple las mismas condiciones que hacen posible el conocimiento científico. Pero, a diferencia de las matemáticas y las ciencias naturales, que existen cómo ciencias de forma innegable, por lo que respecta a la metafísica hemos de preguntarnos por su posibilidad, dado que, si bien es innegable su existencia como disposición natural, es discutible su existencia como ciencia. La última pregunta que debemos hacernos será, por lo tanto:
3. ¿Es posible la metafísica como ciencia?
A la primera pregunta, por las condiciones que hacen posible las matemáticas, responderá Kant en la Estética Trascendental. A la segunda, por las condiciones que hacen posible las ciencias naturales, en la Analítica Trascendental. A la tercera, sobre la posibilidad de la metafísica como ciencia, en la Dialéctica Trascendental.
Revolucion Copernicana
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. Kant considerará que en filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori; la filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el Sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el Sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente. Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el Sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el Sujeto cognoscente modifica la realidad conocida. Según Kant, podemos entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas condiciones. El giro copernicano hace mención al hecho de que sólo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que sólo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos.

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