El empirismo. La construcción de una ciencia de la naturaleza humana y la necesidad de contar con un nuevo método:
En su introducción al Tratado de la Naturaleza Humana, Hume señala que todas las ciencias guardan alguna relación con la naturaleza humana (la Lógica, la Moral, la Crítica, la Política), son ciencias en que esto se aprecia claramente. La Filosofía natural y la Religión natural, parecen ocuparse de dos temas muy diferentes, pero son conocidos por los hombres y son éstos los que juzgan acerca de la verdad o falsedad de lo que constituye el objeto de estas ramas del conocimiento. La naturaleza humana es el centro capital de las ciencias y es fundamental desarrollar una ciencia del hombre. Esto se ha de hacer aplicando el método experimental, el único fundamento sólido que podemos dar a esta ciencia, ha de radicar en la experiencia y la observación. La tesis de Hume se basa en la aplicación del método experimental, que con tanto éxito se ha aplicado en el campo de las ciencias naturales, al estudio del hombre. Debemos comenzar por una rigurosa investigación de los procesos psicológicos humanos y de su comportamiento moral e intentar a continuación averiguar sus principios y causas. Debemos partir de datos empíricos (3) y no de una pretendida intuición de la esencia de la mente humana, que es algo que se escapa a nuestra comprensión. Nuestro método debe ser inductivo, más que deductivo, y si los experimentos de este tipo son juiciosamente reunidos y comparados, podemos esperar establecer una ciencia, no inferior en certeza, aunque superior en utilidad a cualquier otra. Así pues la intención de Hume, es extender los métodos de la ciencia Newtoniana, tanto cuanto sea posible, a la misma naturaleza humana. En la investigación sobre el entendimiento humano, Hume, dice que la ciencia de la naturaleza humana puede tratarse de dos modos distintos. Habla igualmente de dos clases de filósofos: los que son claros y obvios y los exactos y complicados. La mayoría prefiere a los primeros, pero los segundos son necesarios para que los primeros posean algún fundamento seguro. Para, Hume, es necesario una previa investigación en temas criticados, para poder cultivar después la verdadera metafísica.
martes, 3 de junio de 2008
El análisis del yo y sus consecuencias
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa dirá Descartes. ¿Y qué es una cosa que piensa?. Una cosa que siente, que quiere, que imagina... Descartes atribuye al pensamiento los caracteres de una sustancia, haciendo del yo pienso una "cosa", a la que han de pertenecer ciertos atributos. La duda sigue vigente con respecto a la existencia de cosas externas a mí, por lo que el único camino en el que se puede seguir avanzando deductivamente es el del análisis de ese "yo pienso" al que Descartes caracteriza como una sustancia pensante, como una cosa que piensa. ¿Qué es lo que hay en el pensamiento? Contenidos mentales, a los que Descartes llama "ideas". La única forma de progresar deductivamente es, pues, analizando dichos contenidos mentales, analizando las ideas.
Distingue Descartes tres tipos de ideas: unas que parecen proceder del exterior a mí, a las que llama "ideas adventicias"; otras que parecen haber sido producidas por mí, a las que llamara "ideas facticias"; y otras, por fin, que no parecen proceder del exterior ni haber sido producidas por mí, a las que llamará "ideas innatas". Las ideas adventicias, en la medida en que parecen proceder de objetos externos a mí, están sometidas a la misma duda que la existencia de los objetos externos, por lo que no puede ser utilizadas en el avance del proceso deductivo; y lo mismo ocurre con las ideas facticias, en la medida en que parece ser producidas por mí, utilizando ideas adventicias, debiendo quedar por lo tanto también sometidas a duda. Sólo nos quedan las ideas innatas.
Se trata de eliminar la posibilidad de que esas ideas puedan haber sido producidas por mí. Una vez asegurado eso Descartes analiza dos de esas ideas, la de infinito y la de perfección, y argumentando que no pueden haber sido causadas por mí, dado que soy finito e imperfecto, sólo pueden haber sido causadas por un ser proporcionado a ellas, por lo que tienen que haber sido puestas en mi por un ser infinito y perfecto, que sea la causa de las ideas de infinito y de perfección que hay en mí. A partir de ellas, demuestra Descartes la existencia de Dios mediante los dos conocidos argumentos basados en la idea de infinitud y en la de perfección.
Una vez demostrada la existencia de Dios, dado que Dios no puede ser imperfecto, se elimina la posibilidad de que me haya creado de tal manera que siempre me engañe, así como la posibilidad de que permita a un genio malvado engañarme constantemente, por lo que los motivos aducidos para dudar tanto de la verdades matemáticas y en general de todo lo inteligible como de la verdades que parecen derivar de los sentidos, quedan eliminados. Puedo creer por lo tanto en la existencia del mundo, es decir, en la existencia de una realidad externa mí, con la misma certeza con la que se que es verdadera la proposición "pienso, existo", (que me ha conducido a la existencia de Dios, quien aparece como garante último de la existencia de la realidad extramental, del mundo).
Como resultado de la deducción puedo estar seguro de la existencia de tres sustancias: una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de las otras dos sustancias, a) la "res extensa", es decir, el "mundo", las realidades corpóreas, cuya característica sería la extensión, por la que Descartes define esta substancia; b) y la "res cogitans", la substancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso, inmaterial, por lo tanto, siendo estas dos últimas sustancias finitas.
La distinción entre res cogitans y res extensa.
El pensamiento es incorporal. Jamás en nada físico, corpóreo, material, podemos prehender algo así como "yo pienso...". Por más que quisiéramos admitir que todo lo que yo pienso es corpóreo, que es todo extensión, hay al menos una cosa que también pienso y que no es en absoluto extensa, y esa "cosa" es precisamente que yo pienso todo eso que pienso. Todo mi cuerpo ha de ser, en definitiva, puro mecanismo, porque es algo que tengo delante, algo sensible, porque es cuerpo; pero mi cuerpo no es yo, es tan objeto para mí como el papel que tengo delante. Mi pensamiento en cambio es algo perfectamente incorpóreo, y tan distinto de mi cuerpo como de la mesa en la que me apoyo; está, desde luego, vinculado de un modo especial a mi cuerpo, pero esta vinculación especial es sólo un hecho, no necesito hacerla entrar en consideración para percibir clara y distintamente que yo pienso; por el contrario, mi percepción es confusa por definición cuando a la noción de que yo pienso mezclo alguna determinación que suponga la extensión. Lo problemático es que el pensamiento actúe sobre lo corpóreo (=extenso) o padezca por obra de ello. Todo lo que es corpóreo es sólo corpóreo (=extenso), mientras que el "yo pienso" es perfectamente independiente de lo corpóreo. Todo fenómeno corpóreo ha de poder ser reducido a lo matemático-mecánico.
Las demostraciones de la existencia de Dios.
Para salir del inmanentismo en el que se halla en la cuestión del cogito y las ideas, Descartes procede a la demostración de la existencia de Dios. Descartes considera que, si demuestra (es decir: si descubre que es absolutamente indudable) que la mente no puede estar engañosamente constituida, entonces por lo menos las verdades matemáticas tendrán validez para la realidad en sí. Esto lo puede demostrar demostrando que la mente y el mundo han sido hechos por un ser infinitamente bueno, que, por ser bueno, no puede querer engañar y, por ser infinito, hace precisamente aquello que quiere. Descartes se pone a demostrar la existencia de Dios, pero, naturalmente, a partir del cogito sólo y de las ideas, ya que de momento no admite otra realidad; en esto el planteamiento es moderno, cartesiano: La "demostración de la existencia de Dios" ha de consistir en poner de manifiesto que la mente no puede dudar de la existencia de Dios. Pero los elementos empleados en la prueba son en gran parte medievales, y la incoherencia ontológica de que usa Descartes va a saltar a la vista.
Descartes recurre a la idea del Ser perfecto. Sólo con esta idea podrá reconquistar la verdad de lo objetivo. Esta es pues la segunda idea fundamental: Dios. Sólo en la idea de un ser perfecto coinciden esencia y existencia: "es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto es o existe como lo puede ser cualquier demostración de la geometría. (Discurso del Método, 4ª Parte). Es la verdad de Dios, donde esencia y existencia se dan unidas, la que va a posibilitar la necesidad de los juicios existenciales. Es Dios como causa sui* quien asegura el aspecto existencial. "incluso lo que antes he considerado como una regla (a saber, que las cosas que he concebido clara y distintamente, son verdaderas) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él". *causa sui: causa de sí mismo. Negativamente implica el que no debe el ser a ningún otro, independencia absoluta del ser; positivamente, es el ser cuya esencia implica su existencia, el que es causa eficiente de sí mismo. Este sentido último es el que adopta en Descartes cuando se refiere a Dios como fundamento de sí mismo. Espinosa lo adopta para definir a aquel ser cuya naturaleza no puede concebirse sino existiendo. La existencia de Dios garantiza que la mente no está constituida erróneamente -queda descartado el genio maligno de manera arbitraria, ya que aún no ha conseguido demostrar su no existencia- y, por ello, garantiza que, al menos, las verdades matemáticas, por las que concebimos el pensamiento en orden y medida, poseen una validez para la realidad en sí. Garantiza que del soy puede afirmarse que existo. Para salir de su inmanentismo Descartes ha realizado una inversión respecto al pensar tradicional y, en lugar de hablar acerca de Dios, como se realizaba en el medievo, centra su discurso desde Dios. Es una inversión teológica: el filósofo habla desde Dios. Es Dios el que garantiza el pensamiento y, con él, tanto al sujeto epistémico como a la ciencia así como al método para obtenerla. El paso siguiente es obligado: la demostración de que la idea de Dios, efectivamente, no es mera posibilidad. Hay que realizar la demostración de esa existencia de Dios, de un ser perfecto, infinito, que ha hecho al mundo y a mi mente, por ser bueno, y no un genio maligno que desea engañarme y que, por infinito, hiciera lo que quisiere -incluso podía haber hecho que dos por cuatro no fueran ocho-. Naturalmente, la demostración cartesiana viene condicionada por el camino elegido: ha de mostrar que lo que no puede hacer es dudar de la existencia de Dios. Con ello realiza otra inversión respecto al planteamiento tradicional: el punto de partida es el sujeto epistémico, no Dios; el punto de partida privilegiado es el sujeto cognoscente y cualquier interrogación, cualquier problema ontológico ha de someterse al pensamiento, a la cogitatio, que es el único ámbito posible, porque es el único existente hasta ahora.
Veamos cómo dispone Descartes sus "pruebas de la existencia de Dios":
1ª La más difundida, la típica del racionalismo, es la calificada de prueba ontológica. Es verdad que aquello que percibimos clara y distintamente es verdadero. Lo que se percibe con claridad y distinción es verdad. De un triángulo percibimos clara y distintamente que sus ángulos suman dos rectos (por lo tanto, esto es verdad), pero de un triángulo no percibimos clara y distintamente que "exista realmente", en la "realidad en sí" (es decir: tal cosa no se puede intuir a partir de la pura noción de triángulo). En cambio, de Dios sí, porque la noción misma de Dios incluye la existencia; en efecto: la noción de Dios es la de un ser necesario, o, dicho de otro modo, la de un ser infinito en todos los aspectos, cuando el hecho de "no existir" sería una limitación. Se tendría una limitación, contradicción al admitir, por un lado, la perfección suma y, por otro, una limitación a esa perfección, la de su no existencia necesaria y actual. Por tanto, la idea de Ser perfecto, la idea de Dios, incluye la existencia necesaria y no por ficción del pensamiento, del entendimiento, sino porque el existir pertenece a la naturaleza verdadera e inmutable de ese ser.
2ª Presupuestos:
a) Descartes introduce por las buenas el principio de que todo cuanto existe tiene que tener una causa de su existencia (concepto medieval de causa efficiens).
b) Además, como la realitas obiectiva para él es realidad real, la concibe ahora como una especie de existencia, y, por lo tanto, exige que las ideas tengan una causa eficiente.
c) Introduce la idea medieval de una jerarquía de lo ente; la causa no puede ser "inferior" al efecto, no puede tener "menos realidad" que él: si A es causa de B es preciso que toda perfección (todo "ser", no lo que sea pura negación) de B esté contenido en A.
d) Lo dicho en c) se aplica también a la causa de una idea: su realidad no puede ser inferior a la realidad (objetiva) de la idea en cuestión. Ahora bien, Descartes sostiene que la realidad de la causa como causa, incluso la de la causa de una idea (al menos de su causa "primera") tiene que ser realidad actual o formal. El motivo de esto último es claro: el actuar eficientemente, la producción "real" de algo, no corresponde al modo de ser que se puede adjudicar a las ideas; la derivación a partir de una idea es lógico-deductiva, no física o metafísica.
e) Descartes admite que en la causa la realidad del efecto puede estar no "formalmente", sino "eminentemente", noción que se comprende volviendo a leer a Tomás de Aquino (véase la via eminentiae). Prueba:
En virtud de a y b, mi idea de Dios tiene que tener una causa, Y, en virtud de c y d, esa causa tiene que contener formalmente (o, en virtud de e, eminentemente) toda la perfección que objetivamente contiene la idea misma; luego la causa no puede ser yo mismo, porque yo no tengo toda esa perfección que encierra la idea en cuestión. Podría preguntarse, si todo lo que existe tiene que tener una causa, cuál es la causa de la existencia de Dios. Tomás de Aquino respondería que tiene que tener una causa eficiente todo aquello que no es ello mismo el existir mismo, ya que el existir mismo no puede recibir el existir. Descartes dice que la propia inmensidad de la naturaleza de Dios es la "causa o la razón por la cual Dios no necesita de ninguna causa para existir" (Meditaciones.: respuestas a las "segundas" objeciones;).
3ª Presupuestos (a añadir a los de la prueba anterior): f) En esa jerarquía de lo ente admitida en c), la "substancia" (que Descartes considera simplemente como el sujeto de propiedades, cualidades o atributos. No intentemos aplicar aquí la distinción aristotélica entre "ser en" y "decirse de"; Descartes la ignora, y la razón histórica de ello es, más o menos, la siguiente: La Edad Media había llamado "accidente" a lo que es en un sujeto, y había establecido que la substancia -por el hecho de ser substancia- es superior al accidente; en principio no es lo mismo "accidente" que atributo en genera ( "animal" es un atributo de Pedro, pero no es un accidente, sino el "género"); pero, al quedar descartada la "esencia" por el nominalismo, ya no hay diferencia fundamental entre los atributos esenciales (género, especie, propiedad) y los accidentales, con lo que Descartes se considera autorizado a extender la jerarquía substancia-accidente a substancia-atributo en general. g) La existencia de algo en cualquier momento, y no sólo su empezar a existir, requiere una causa; las cosas no siguen existiendo por inercia. Cada momento del tiempo es independiente del anterior, de modo que hace falta el mismo poder para "conservar" una cosa que para producirla. Prueba: Yo tengo la idea de perfecciones que yo no tengo. No tengo el poder de darme esas perfecciones; si lo tuviera, me las habría dado, porque el bien claramente conocido mueve infaliblemente la voluntad.
Si no tengo el poder de darme ciertas perfecciones (que son atributos), menos aún (por f y por c) tendré el poder de producirme a mí mismo (que soy una substancia). Si no tengo el poder de producirme a mí mismo, tampoco tengo el poder de conservarme (por g).
Luego quien me conserva es otro. Y este otro, si tiene el poder de conservarme, tiene también (por g) el de producirme. Y, si tiene el poder de producirme, siendo yo una substancia, tendrá también (por f y por c) el poder de dar todas esas perfecciones que a mí me faltan (que son atributos). Por otra parte, si la noción de esas perfecciones está en mí, está también en aquel que me conserva (por c). Por el axioma de que el bien claramente conocido mueve infaliblemente la voluntad, es imposible pensar que alguien, teniendo la noción de ciertas perfecciones y el poder de darlas, no tenga esas perfecciones: Luego aquel que me conserva tiene todas las perfecciones que yo puedo concebir. Y aquello que posee todas las perfecciones concebibles es lo que llamamos "Dios".
Distingue Descartes tres tipos de ideas: unas que parecen proceder del exterior a mí, a las que llama "ideas adventicias"; otras que parecen haber sido producidas por mí, a las que llamara "ideas facticias"; y otras, por fin, que no parecen proceder del exterior ni haber sido producidas por mí, a las que llamará "ideas innatas". Las ideas adventicias, en la medida en que parecen proceder de objetos externos a mí, están sometidas a la misma duda que la existencia de los objetos externos, por lo que no puede ser utilizadas en el avance del proceso deductivo; y lo mismo ocurre con las ideas facticias, en la medida en que parece ser producidas por mí, utilizando ideas adventicias, debiendo quedar por lo tanto también sometidas a duda. Sólo nos quedan las ideas innatas.
Se trata de eliminar la posibilidad de que esas ideas puedan haber sido producidas por mí. Una vez asegurado eso Descartes analiza dos de esas ideas, la de infinito y la de perfección, y argumentando que no pueden haber sido causadas por mí, dado que soy finito e imperfecto, sólo pueden haber sido causadas por un ser proporcionado a ellas, por lo que tienen que haber sido puestas en mi por un ser infinito y perfecto, que sea la causa de las ideas de infinito y de perfección que hay en mí. A partir de ellas, demuestra Descartes la existencia de Dios mediante los dos conocidos argumentos basados en la idea de infinitud y en la de perfección.
Una vez demostrada la existencia de Dios, dado que Dios no puede ser imperfecto, se elimina la posibilidad de que me haya creado de tal manera que siempre me engañe, así como la posibilidad de que permita a un genio malvado engañarme constantemente, por lo que los motivos aducidos para dudar tanto de la verdades matemáticas y en general de todo lo inteligible como de la verdades que parecen derivar de los sentidos, quedan eliminados. Puedo creer por lo tanto en la existencia del mundo, es decir, en la existencia de una realidad externa mí, con la misma certeza con la que se que es verdadera la proposición "pienso, existo", (que me ha conducido a la existencia de Dios, quien aparece como garante último de la existencia de la realidad extramental, del mundo).
Como resultado de la deducción puedo estar seguro de la existencia de tres sustancias: una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de las otras dos sustancias, a) la "res extensa", es decir, el "mundo", las realidades corpóreas, cuya característica sería la extensión, por la que Descartes define esta substancia; b) y la "res cogitans", la substancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso, inmaterial, por lo tanto, siendo estas dos últimas sustancias finitas.
La distinción entre res cogitans y res extensa.
El pensamiento es incorporal. Jamás en nada físico, corpóreo, material, podemos prehender algo así como "yo pienso...". Por más que quisiéramos admitir que todo lo que yo pienso es corpóreo, que es todo extensión, hay al menos una cosa que también pienso y que no es en absoluto extensa, y esa "cosa" es precisamente que yo pienso todo eso que pienso. Todo mi cuerpo ha de ser, en definitiva, puro mecanismo, porque es algo que tengo delante, algo sensible, porque es cuerpo; pero mi cuerpo no es yo, es tan objeto para mí como el papel que tengo delante. Mi pensamiento en cambio es algo perfectamente incorpóreo, y tan distinto de mi cuerpo como de la mesa en la que me apoyo; está, desde luego, vinculado de un modo especial a mi cuerpo, pero esta vinculación especial es sólo un hecho, no necesito hacerla entrar en consideración para percibir clara y distintamente que yo pienso; por el contrario, mi percepción es confusa por definición cuando a la noción de que yo pienso mezclo alguna determinación que suponga la extensión. Lo problemático es que el pensamiento actúe sobre lo corpóreo (=extenso) o padezca por obra de ello. Todo lo que es corpóreo es sólo corpóreo (=extenso), mientras que el "yo pienso" es perfectamente independiente de lo corpóreo. Todo fenómeno corpóreo ha de poder ser reducido a lo matemático-mecánico.
Las demostraciones de la existencia de Dios.
Para salir del inmanentismo en el que se halla en la cuestión del cogito y las ideas, Descartes procede a la demostración de la existencia de Dios. Descartes considera que, si demuestra (es decir: si descubre que es absolutamente indudable) que la mente no puede estar engañosamente constituida, entonces por lo menos las verdades matemáticas tendrán validez para la realidad en sí. Esto lo puede demostrar demostrando que la mente y el mundo han sido hechos por un ser infinitamente bueno, que, por ser bueno, no puede querer engañar y, por ser infinito, hace precisamente aquello que quiere. Descartes se pone a demostrar la existencia de Dios, pero, naturalmente, a partir del cogito sólo y de las ideas, ya que de momento no admite otra realidad; en esto el planteamiento es moderno, cartesiano: La "demostración de la existencia de Dios" ha de consistir en poner de manifiesto que la mente no puede dudar de la existencia de Dios. Pero los elementos empleados en la prueba son en gran parte medievales, y la incoherencia ontológica de que usa Descartes va a saltar a la vista.
Descartes recurre a la idea del Ser perfecto. Sólo con esta idea podrá reconquistar la verdad de lo objetivo. Esta es pues la segunda idea fundamental: Dios. Sólo en la idea de un ser perfecto coinciden esencia y existencia: "es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto es o existe como lo puede ser cualquier demostración de la geometría. (Discurso del Método, 4ª Parte). Es la verdad de Dios, donde esencia y existencia se dan unidas, la que va a posibilitar la necesidad de los juicios existenciales. Es Dios como causa sui* quien asegura el aspecto existencial. "incluso lo que antes he considerado como una regla (a saber, que las cosas que he concebido clara y distintamente, son verdaderas) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él". *causa sui: causa de sí mismo. Negativamente implica el que no debe el ser a ningún otro, independencia absoluta del ser; positivamente, es el ser cuya esencia implica su existencia, el que es causa eficiente de sí mismo. Este sentido último es el que adopta en Descartes cuando se refiere a Dios como fundamento de sí mismo. Espinosa lo adopta para definir a aquel ser cuya naturaleza no puede concebirse sino existiendo. La existencia de Dios garantiza que la mente no está constituida erróneamente -queda descartado el genio maligno de manera arbitraria, ya que aún no ha conseguido demostrar su no existencia- y, por ello, garantiza que, al menos, las verdades matemáticas, por las que concebimos el pensamiento en orden y medida, poseen una validez para la realidad en sí. Garantiza que del soy puede afirmarse que existo. Para salir de su inmanentismo Descartes ha realizado una inversión respecto al pensar tradicional y, en lugar de hablar acerca de Dios, como se realizaba en el medievo, centra su discurso desde Dios. Es una inversión teológica: el filósofo habla desde Dios. Es Dios el que garantiza el pensamiento y, con él, tanto al sujeto epistémico como a la ciencia así como al método para obtenerla. El paso siguiente es obligado: la demostración de que la idea de Dios, efectivamente, no es mera posibilidad. Hay que realizar la demostración de esa existencia de Dios, de un ser perfecto, infinito, que ha hecho al mundo y a mi mente, por ser bueno, y no un genio maligno que desea engañarme y que, por infinito, hiciera lo que quisiere -incluso podía haber hecho que dos por cuatro no fueran ocho-. Naturalmente, la demostración cartesiana viene condicionada por el camino elegido: ha de mostrar que lo que no puede hacer es dudar de la existencia de Dios. Con ello realiza otra inversión respecto al planteamiento tradicional: el punto de partida es el sujeto epistémico, no Dios; el punto de partida privilegiado es el sujeto cognoscente y cualquier interrogación, cualquier problema ontológico ha de someterse al pensamiento, a la cogitatio, que es el único ámbito posible, porque es el único existente hasta ahora.
Veamos cómo dispone Descartes sus "pruebas de la existencia de Dios":
1ª La más difundida, la típica del racionalismo, es la calificada de prueba ontológica. Es verdad que aquello que percibimos clara y distintamente es verdadero. Lo que se percibe con claridad y distinción es verdad. De un triángulo percibimos clara y distintamente que sus ángulos suman dos rectos (por lo tanto, esto es verdad), pero de un triángulo no percibimos clara y distintamente que "exista realmente", en la "realidad en sí" (es decir: tal cosa no se puede intuir a partir de la pura noción de triángulo). En cambio, de Dios sí, porque la noción misma de Dios incluye la existencia; en efecto: la noción de Dios es la de un ser necesario, o, dicho de otro modo, la de un ser infinito en todos los aspectos, cuando el hecho de "no existir" sería una limitación. Se tendría una limitación, contradicción al admitir, por un lado, la perfección suma y, por otro, una limitación a esa perfección, la de su no existencia necesaria y actual. Por tanto, la idea de Ser perfecto, la idea de Dios, incluye la existencia necesaria y no por ficción del pensamiento, del entendimiento, sino porque el existir pertenece a la naturaleza verdadera e inmutable de ese ser.
2ª Presupuestos:
a) Descartes introduce por las buenas el principio de que todo cuanto existe tiene que tener una causa de su existencia (concepto medieval de causa efficiens).
b) Además, como la realitas obiectiva para él es realidad real, la concibe ahora como una especie de existencia, y, por lo tanto, exige que las ideas tengan una causa eficiente.
c) Introduce la idea medieval de una jerarquía de lo ente; la causa no puede ser "inferior" al efecto, no puede tener "menos realidad" que él: si A es causa de B es preciso que toda perfección (todo "ser", no lo que sea pura negación) de B esté contenido en A.
d) Lo dicho en c) se aplica también a la causa de una idea: su realidad no puede ser inferior a la realidad (objetiva) de la idea en cuestión. Ahora bien, Descartes sostiene que la realidad de la causa como causa, incluso la de la causa de una idea (al menos de su causa "primera") tiene que ser realidad actual o formal. El motivo de esto último es claro: el actuar eficientemente, la producción "real" de algo, no corresponde al modo de ser que se puede adjudicar a las ideas; la derivación a partir de una idea es lógico-deductiva, no física o metafísica.
e) Descartes admite que en la causa la realidad del efecto puede estar no "formalmente", sino "eminentemente", noción que se comprende volviendo a leer a Tomás de Aquino (véase la via eminentiae). Prueba:
En virtud de a y b, mi idea de Dios tiene que tener una causa, Y, en virtud de c y d, esa causa tiene que contener formalmente (o, en virtud de e, eminentemente) toda la perfección que objetivamente contiene la idea misma; luego la causa no puede ser yo mismo, porque yo no tengo toda esa perfección que encierra la idea en cuestión. Podría preguntarse, si todo lo que existe tiene que tener una causa, cuál es la causa de la existencia de Dios. Tomás de Aquino respondería que tiene que tener una causa eficiente todo aquello que no es ello mismo el existir mismo, ya que el existir mismo no puede recibir el existir. Descartes dice que la propia inmensidad de la naturaleza de Dios es la "causa o la razón por la cual Dios no necesita de ninguna causa para existir" (Meditaciones.: respuestas a las "segundas" objeciones;).
3ª Presupuestos (a añadir a los de la prueba anterior): f) En esa jerarquía de lo ente admitida en c), la "substancia" (que Descartes considera simplemente como el sujeto de propiedades, cualidades o atributos. No intentemos aplicar aquí la distinción aristotélica entre "ser en" y "decirse de"; Descartes la ignora, y la razón histórica de ello es, más o menos, la siguiente: La Edad Media había llamado "accidente" a lo que es en un sujeto, y había establecido que la substancia -por el hecho de ser substancia- es superior al accidente; en principio no es lo mismo "accidente" que atributo en genera ( "animal" es un atributo de Pedro, pero no es un accidente, sino el "género"); pero, al quedar descartada la "esencia" por el nominalismo, ya no hay diferencia fundamental entre los atributos esenciales (género, especie, propiedad) y los accidentales, con lo que Descartes se considera autorizado a extender la jerarquía substancia-accidente a substancia-atributo en general. g) La existencia de algo en cualquier momento, y no sólo su empezar a existir, requiere una causa; las cosas no siguen existiendo por inercia. Cada momento del tiempo es independiente del anterior, de modo que hace falta el mismo poder para "conservar" una cosa que para producirla. Prueba: Yo tengo la idea de perfecciones que yo no tengo. No tengo el poder de darme esas perfecciones; si lo tuviera, me las habría dado, porque el bien claramente conocido mueve infaliblemente la voluntad.
Si no tengo el poder de darme ciertas perfecciones (que son atributos), menos aún (por f y por c) tendré el poder de producirme a mí mismo (que soy una substancia). Si no tengo el poder de producirme a mí mismo, tampoco tengo el poder de conservarme (por g).
Luego quien me conserva es otro. Y este otro, si tiene el poder de conservarme, tiene también (por g) el de producirme. Y, si tiene el poder de producirme, siendo yo una substancia, tendrá también (por f y por c) el poder de dar todas esas perfecciones que a mí me faltan (que son atributos). Por otra parte, si la noción de esas perfecciones está en mí, está también en aquel que me conserva (por c). Por el axioma de que el bien claramente conocido mueve infaliblemente la voluntad, es imposible pensar que alguien, teniendo la noción de ciertas perfecciones y el poder de darlas, no tenga esas perfecciones: Luego aquel que me conserva tiene todas las perfecciones que yo puedo concebir. Y aquello que posee todas las perfecciones concebibles es lo que llamamos "Dios".
EL COGITO
En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que se encuentra al final de la primera, viéndose obligado a dudar de todo, Descartes se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de existir, por lo que percibe que la siguiente proposición: "pienso, existo", ("cogito, sum"), ha de ser cierta, al menos mientras está pensando: "De modo que luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir, y tener por seguro, que esta proposición: pienso, existo, es necesariamente verdadera, cada vez que la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición supera todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y 2 son cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque, exista. Esta proposición, "pienso, existo" se presenta con total claridad y distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y goza de absoluta certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar seguro, de la que puedo decir que es evidente. Dado que las características con la que se me presenta tal evidencia son la claridad y distinción, estas dos propiedades las considerará Descartes como las características que debe reunir toda proposición para ser considerada verdadera.
Se ha discutido en numerosas ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula, "pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso, existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
Se ha discutido en numerosas ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula, "pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso, existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
EL COGITO
En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que se encuentra al final de la primera, viéndose obligado a dudar de todo, Descartes se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de existir, por lo que percibe que la siguiente proposición: "pienso, existo", ("cogito, sum"), ha de ser cierta, al menos mientras está pensando: "De modo que luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir, y tener por seguro, que esta proposición: pienso, existo, es necesariamente verdadera, cada vez que la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición supera todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y 2 son cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque, exista. Esta proposición, "pienso, existo" se presenta con total claridad y distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y goza de absoluta certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar seguro, de la que puedo decir que es evidente. Dado que las características con la que se me presenta tal evidencia son la claridad y distinción, estas dos propiedades las considerará Descartes como las características que debe reunir toda proposición para ser considerada verdadera.
Se ha discutido en numerosas ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula, "pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso, existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
Se ha discutido en numerosas ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula, "pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso, existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
LA DUDA
Descartes dedicará la primera meditación a examinar los principales motivos de duda que pueden afectar a todos sus conocimientos.
A) Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; ahora bien, muchas veces he constatado que los sentidos me engañaban, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejantes. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado en alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto, poner en suspenso (asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de los sentidos. Puedo considerar, pues, que no hay certeza alguna en esos conocimientos, y considerar falsos todos los que se deriven de los sentidos.
B) Sin embargo, podría parecerme exagerado dudar de todo lo que percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí y cosas por el estilo; pero, dice Descartes, esta seguridad en los datos sensibles inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre cuando creemos estar despiertos o cuando estamos dormidos). ¿Cuántas veces he soñado situaciones muy reales que, al despertarme, he comprendido que eran un sueño?. Esta incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que me parezca, ha de conducirme no sólo a extender la duda a todo lo sensible, sino también al ámbito de mis pensamientos, comprendiendo las operaciones más intelectuales, que en absoluto parecen derivar de los sentidos. La indistinción entre el sueño y la vigilia me lleva a ampliar la duda de lo sensible a lo inteligible, de modo que todos mis conocimientos me parecen ahora muy inciertos.
C) Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente no puedo dudar, como los conocimientos matemáticos. Sin embargo Descartes plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4 me esté equivocando; de hecho permite que a veces me equivoque, por lo que podría permitir que me equivocara siempre, incluso cuando juzgo de verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas. En ese caso todos mis conocimientos serían dudosos y, por lo tanto, según el criterio establecido, deberían ser considerados todos falsos.
D) Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer ofensiva a los creyentes, Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre me engañe. En este caso, dado que soy incapaz de eliminar tal posibilidad, puesto que realmente me engaño a veces, he de considerar que todos mis conocimientos son dudosos. Así, la duda ha de extenderse también a todos los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia.
La duda progresa, pues, de lo sensible a lo inteligible, abarcando la totalidad de mis conocimientos, a través de los cuatro momentos señalados anteriormente. No sólo debo dudar de todos los conocimientos que proceden de los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos, ya que soy incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea.
A) Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; ahora bien, muchas veces he constatado que los sentidos me engañaban, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejantes. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado en alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto, poner en suspenso (asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de los sentidos. Puedo considerar, pues, que no hay certeza alguna en esos conocimientos, y considerar falsos todos los que se deriven de los sentidos.
B) Sin embargo, podría parecerme exagerado dudar de todo lo que percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí y cosas por el estilo; pero, dice Descartes, esta seguridad en los datos sensibles inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre cuando creemos estar despiertos o cuando estamos dormidos). ¿Cuántas veces he soñado situaciones muy reales que, al despertarme, he comprendido que eran un sueño?. Esta incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que me parezca, ha de conducirme no sólo a extender la duda a todo lo sensible, sino también al ámbito de mis pensamientos, comprendiendo las operaciones más intelectuales, que en absoluto parecen derivar de los sentidos. La indistinción entre el sueño y la vigilia me lleva a ampliar la duda de lo sensible a lo inteligible, de modo que todos mis conocimientos me parecen ahora muy inciertos.
C) Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente no puedo dudar, como los conocimientos matemáticos. Sin embargo Descartes plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4 me esté equivocando; de hecho permite que a veces me equivoque, por lo que podría permitir que me equivocara siempre, incluso cuando juzgo de verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas. En ese caso todos mis conocimientos serían dudosos y, por lo tanto, según el criterio establecido, deberían ser considerados todos falsos.
D) Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer ofensiva a los creyentes, Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre me engañe. En este caso, dado que soy incapaz de eliminar tal posibilidad, puesto que realmente me engaño a veces, he de considerar que todos mis conocimientos son dudosos. Así, la duda ha de extenderse también a todos los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia.
La duda progresa, pues, de lo sensible a lo inteligible, abarcando la totalidad de mis conocimientos, a través de los cuatro momentos señalados anteriormente. No sólo debo dudar de todos los conocimientos que proceden de los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos, ya que soy incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea.
EL METODO
La idea de que es necesario un método para dirigir bien la razón y alcanzar el conocimiento no es estrictamente hablando una elaboración propia y exclusiva de Descartes. Al menos debe compartir el mérito de tal creación con Bacon y Galileo.
En su investigación de la verdad, Descartes únicamente considera verdadero aquello de lo que hay certeza (es decir, las ideas indudables), excluyendo, hasta no someterla al juicio de la razón, la supuesta verdad preestablecida, si ésta careciera de demostraciones rigurosas. Pero conviene interpretar estas "demostraciones" en clave dialéctica, como se verá.
Su principal proyecto es esclarecer la legitimidad de las bases del conocimiento, en particular aquél de índole filosófica, para a partir de allí atender las otras preguntas fundamentales.
Descartes fue considerado el filósofo de la duda porque pensaba que había que dudar de todo lo que fuera posible dudar. Él estableció tres niveles principales de duda: el primero consistía en dudar de los sentidos; el segundo, en dudar de si algo es real o es un sueño; y en el último, imagina que hay un ser superior (o un azar, o una causa natural) que nos puede llevar al error en cualquier momento.
Se trata de una duda metódica: al dudar de todo lo que se pueda dudar, lo que sobrevive, tanto antes como después de contestar estas dudas es lo indudable, lo absolutamente cierto. Esta certeza puede considerarse absoluta.
Las reglas del método:
Son las reglas que utiliza Descartes para decir al pensamiento racional cómo tienen que pensar si piensan según estas reglas el resultado final sería el que desea.
Descartes define el método como “ un conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen posible, para quien las observa no tomar por falso lo verdadero
La evidencia: para dirigir el pensamiento racional hay que empezar por lo más claro y evidente. No incluir en el juicio nada que no se presente clara(no presenta duda) y distintamente(cuando no lo puedo confundir con otras cosas).
La evidencia es contrapuesta a la conjetura(cualquier sistema que no utilice para entender algo que no sea la intuición), que es aquello cuya verdad no aparece a la mente de un modo inmediato.
El acto por el cual el alma llega a la evidencia es la intuición(la intuición es aquello o la capacidad que me permite captar lo evidente).
“ Llamo conocimiento claro al que se presenta de un modo manifiesto al espíritu atento, conocimiento distinto es aquel que es diferente.”
El análisis: consiste en dividir una cosa complicada en partes simples.
La síntesis: consiste en ir resolviendo cada parte simple de lo más fácil hasta llegar a lo más difíciles. El orden propuesto de esta manera es, según Descartes, el orden de la deducción(ir sacando las cosas complicadas de las partes más simples).
La enumeración: se trata de revisar todo el proceso para estar seguros de no omitir nada. “Consiste en hacer enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales, que estemos seguros de no omitir nada”. La enumeración comprueba el análisis y la revisión la síntesis.
Comienza Descartes las "Meditaciones metafísicas" planteando la situación en la que él personalmente se encuentra respecto al conocimiento. Habiendo hallado, en el que creía poseer, más motivos de duda que de certeza, se propone investigar a fondo la cuestión, a fin de determinar si hay algo verdadero en el mundo y, en caso contrario, al menos tendrá la certeza de que no hay en absoluto ninguna verdad. El método que se propone aplicar se basa en la duda, de modo que considerará falso todo aquello en lo que se encuentre el menor motivo de duda; no se trata, pues, de que Descartes se convierta en un escéptico: se trata de la llamada "duda metódica" (o también "hiperbólica", por lo exagerado, a veces, de la misma) que, como veremos, conducirá al dogmatismo.
Correlativamente a la aplicación de la duda como método de investigación subraya Descartes la búsqueda de la certeza como su objetivo. Considera que un conocimiento, para ser tomado como verdadero, ha de poseer la característica de la certeza, que viene a significar una especie de seguridad en la verdad del conocimiento. Para poner un ejemplo, a todos nos parece verdadera la proposición 2 + 2 = 4; pues bien, Descartes exigirá además que estemos seguros de la verdad de esa proposición para poder considerarla como un conocimiento verdadero. La certeza viene a significar, pues, la seguridad en la verdad de nuestros conocimientos. Por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa certeza y Descartes considerará necesario asimilar dicho conocimiento a un conocimiento falso. Habrá que examinar, pues, si lo que hemos tomado hasta ahora por conocimientos verdaderos poseen o no esa característica, y pueden o no ser sometidos a duda. No será necesario examinarlos todos; bastará examinar los principios en que se fundan y, del mismo modo que un edificio se derrumba si fallan sus cimientos, el edificio del saber se derrumbará si los principios en que se funda resultaran ser dudosos.
En su investigación de la verdad, Descartes únicamente considera verdadero aquello de lo que hay certeza (es decir, las ideas indudables), excluyendo, hasta no someterla al juicio de la razón, la supuesta verdad preestablecida, si ésta careciera de demostraciones rigurosas. Pero conviene interpretar estas "demostraciones" en clave dialéctica, como se verá.
Su principal proyecto es esclarecer la legitimidad de las bases del conocimiento, en particular aquél de índole filosófica, para a partir de allí atender las otras preguntas fundamentales.
Descartes fue considerado el filósofo de la duda porque pensaba que había que dudar de todo lo que fuera posible dudar. Él estableció tres niveles principales de duda: el primero consistía en dudar de los sentidos; el segundo, en dudar de si algo es real o es un sueño; y en el último, imagina que hay un ser superior (o un azar, o una causa natural) que nos puede llevar al error en cualquier momento.
Se trata de una duda metódica: al dudar de todo lo que se pueda dudar, lo que sobrevive, tanto antes como después de contestar estas dudas es lo indudable, lo absolutamente cierto. Esta certeza puede considerarse absoluta.
Las reglas del método:
Son las reglas que utiliza Descartes para decir al pensamiento racional cómo tienen que pensar si piensan según estas reglas el resultado final sería el que desea.
Descartes define el método como “ un conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen posible, para quien las observa no tomar por falso lo verdadero
La evidencia: para dirigir el pensamiento racional hay que empezar por lo más claro y evidente. No incluir en el juicio nada que no se presente clara(no presenta duda) y distintamente(cuando no lo puedo confundir con otras cosas).
La evidencia es contrapuesta a la conjetura(cualquier sistema que no utilice para entender algo que no sea la intuición), que es aquello cuya verdad no aparece a la mente de un modo inmediato.
El acto por el cual el alma llega a la evidencia es la intuición(la intuición es aquello o la capacidad que me permite captar lo evidente).
“ Llamo conocimiento claro al que se presenta de un modo manifiesto al espíritu atento, conocimiento distinto es aquel que es diferente.”
El análisis: consiste en dividir una cosa complicada en partes simples.
La síntesis: consiste en ir resolviendo cada parte simple de lo más fácil hasta llegar a lo más difíciles. El orden propuesto de esta manera es, según Descartes, el orden de la deducción(ir sacando las cosas complicadas de las partes más simples).
La enumeración: se trata de revisar todo el proceso para estar seguros de no omitir nada. “Consiste en hacer enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales, que estemos seguros de no omitir nada”. La enumeración comprueba el análisis y la revisión la síntesis.
Comienza Descartes las "Meditaciones metafísicas" planteando la situación en la que él personalmente se encuentra respecto al conocimiento. Habiendo hallado, en el que creía poseer, más motivos de duda que de certeza, se propone investigar a fondo la cuestión, a fin de determinar si hay algo verdadero en el mundo y, en caso contrario, al menos tendrá la certeza de que no hay en absoluto ninguna verdad. El método que se propone aplicar se basa en la duda, de modo que considerará falso todo aquello en lo que se encuentre el menor motivo de duda; no se trata, pues, de que Descartes se convierta en un escéptico: se trata de la llamada "duda metódica" (o también "hiperbólica", por lo exagerado, a veces, de la misma) que, como veremos, conducirá al dogmatismo.
Correlativamente a la aplicación de la duda como método de investigación subraya Descartes la búsqueda de la certeza como su objetivo. Considera que un conocimiento, para ser tomado como verdadero, ha de poseer la característica de la certeza, que viene a significar una especie de seguridad en la verdad del conocimiento. Para poner un ejemplo, a todos nos parece verdadera la proposición 2 + 2 = 4; pues bien, Descartes exigirá además que estemos seguros de la verdad de esa proposición para poder considerarla como un conocimiento verdadero. La certeza viene a significar, pues, la seguridad en la verdad de nuestros conocimientos. Por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa certeza y Descartes considerará necesario asimilar dicho conocimiento a un conocimiento falso. Habrá que examinar, pues, si lo que hemos tomado hasta ahora por conocimientos verdaderos poseen o no esa característica, y pueden o no ser sometidos a duda. No será necesario examinarlos todos; bastará examinar los principios en que se fundan y, del mismo modo que un edificio se derrumba si fallan sus cimientos, el edificio del saber se derrumbará si los principios en que se funda resultaran ser dudosos.
RENÉ DESCARTES
Cursó sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.
Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero saber: “tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo” (Discurso del método).
Después de sus estudios opta, pues, por la carrera de las armas y se enrola en 1618, en Holanda. Allí conocerá a un joven científico, Isaac Beeckman, este ejercio una influencia decisiva sobre Descartes, sobre todo en la concepción de una física matemática. Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un método "científico" y universal.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la fecha como para que Descartes estuviese ya en posesión de su metafísica.
Publica en 1641, en latín, la "Meditaciones sobre la filosofía primera", más conocida como Las Meditaciones metafísicas, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld, Hobbes...) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo. En 1640 muere su hija Francine, nacida en 1635, fruto de la relación amorosa mantenida con una sirvienta. En 1644 publica en latín los "Principios de la filosofía". La publicación de estas obras le proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es la causa de numerosas disputas.
Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero saber: “tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo” (Discurso del método).
Después de sus estudios opta, pues, por la carrera de las armas y se enrola en 1618, en Holanda. Allí conocerá a un joven científico, Isaac Beeckman, este ejercio una influencia decisiva sobre Descartes, sobre todo en la concepción de una física matemática. Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un método "científico" y universal.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la fecha como para que Descartes estuviese ya en posesión de su metafísica.
Publica en 1641, en latín, la "Meditaciones sobre la filosofía primera", más conocida como Las Meditaciones metafísicas, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld, Hobbes...) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo. En 1640 muere su hija Francine, nacida en 1635, fruto de la relación amorosa mantenida con una sirvienta. En 1644 publica en latín los "Principios de la filosofía". La publicación de estas obras le proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es la causa de numerosas disputas.
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